En los recientes tiempos de incertidumbre para la Universidad del Rosario, la comunidad ha demostrado un admirable compromiso y resiliencia. Todos, desde estudiantes hasta antiguos alumnos y personal, han enfrentado las recientes dificultades con una valentía y una generosidad que subraya su profundo amor por nuestra institución. A través de estos desafíos, se ha puesto de manifiesto la necesidad de fortalecer nuestro sistema de gobernanza para evitar futuros problemas similares a los actuales.

Primero, es esencial reconocer que la crisis que enfrenta la universidad no se limita únicamente a la gestión de su rector anterior. Es una combinación de vigilancia insuficiente y un sistema de penalización débil para los directores (CEOs) que ha promovido una cultura de riesgo sin las debidas precauciones. Esta situación ha conducido a decisiones financieras arriesgadas que, si bien prometían altos retornos a largo plazo, han comprometido la estabilidad y la sostenibilidad financiera de la universidad a medio plazo.

Es crucial, entonces, implementar cambios estructurales tanto en la gobernanza como en la reestructuración financiera. No podemos seguir aumentando la deuda para pagar más deuda, ni adoptar las prácticas de reducción de gastos operativos de la administración anterior, pues esto socavaría la calidad de los servicios que la universidad ofrece.

Además, debemos adaptarnos a las cambiantes dinámicas demográficas y expectativas de los estudiantes, quienes hoy en día ven la universidad de manera diferente. Los jóvenes consideran cada vez menos rentable asumir un alto costo de oportunidad sin garantías de empleo o ingresos suficientes tras graduarse. La universidad debe reflexionar sobre su modelo de negocio y cómo puede diferenciarse y ofrecer un valor claro y sostenible en un mercado competitivo.

Una estrategia es fortalecer nuestras líneas de investigación en áreas que respondan a las necesidades del mercado. Los investigadores deben ser suficientemente flexibles para adaptar su trabajo a estas demandas, apoyando a la universidad en momentos críticos. Además, deberíamos fomentar un entorno donde no solo se administren conocimientos, sino que se incentive la creatividad y la innovación, preparando a los estudiantes para contribuir de manera efectiva en el mercado laboral.

Finalmente, en términos de infraestructura y activos, la universidad debe considerar opciones para manejar sus recursos más eficazmente sin comprometer su valoración. En lugar de liquidar activos prematuramente, podríamos explorar alquileres o asociaciones que generen ingresos sin perder propiedad.

En resumen, el cambio necesario en la Universidad del Rosario es profundo y debe incluir una reevaluación de nuestra gobernanza y estructura financiera, así como una reflexión sobre nuestro valor y relevancia en el contexto educativo actual. Solo así podremos asegurar un futuro en el que nuestra institución no solo sobreviva, sino que prospere en beneficio de todos los miembros de nuestra comunidad. Es un camino desafiante, pero juntos, con compromiso y visión clara, podemos transformar estos desafíos en oportunidades para una mayor fortaleza y resiliencia institucional.